Aún marcado con sangre por la cruz de metal…
En ella se refleja mi rostro; Contraído y golpeado;
Con zanjas amarillentas y ensangrentadas,
el último gesto retraído y momificado de dolor
encadenan las lágrimas que se evaporaron en el infierno.
Me sepulta la sombra de la gran cruz,
desde un altar de piedra me exponen a la multitud,
el tiempo en la oscuridad carcome segundos en minutos y horas,
al tocarme la luz vocifero como rata envenenada y sin salida,
a lo lejos: algarabía, risotadas y llantos.
Los candelabros me aterran desde el socavón,
aún juzgan mi castigo eterno y observo sus lenguas
afiladas a mi nueva sentencia: La cremación.
Los únicos testigos se avergüenzan e imploran
piedad, pues la justicia está perdida, y la eternidad
es la única que sale en su búsqueda.
Al crujir mis huesos me olvido del dolor,
el fuego rojo me come con desesperación,
una luz más fuerte como la del sol me besa,
el alma de mi alma fallece y me abandona,
se encarna al aire, resiste, flota, y vuela…vuela al más allá y deja todo.
Ahora mi deseo no es un conjunto de ilusiones
sino un llanto que vaga por aquí y por allá,
y al escribir sin odio, mi pueblo llora y
me hará sangrar por dentro.
Hoy veré nuevamente el amanecer sin conocerlos,
susurraré en cada uno de sus oídos cuando me haya ido,
ahora sus sombras me acompañaran en las tinieblas,
la mía se pierde, flota y vuela.
La sombra que proyecta este poema nos sigue impresionando, aunque esté reflejada bellamente…pero la sombra no existe….solamente es ausencia de luz…y quiero que tú también te proyectes en ella, y sea inspiradora de otros bonitos poemas… como tú sabes escribirlos…para que todos, de igual forma, disfrutemos al leerlos.
Un abrazo
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Gracias, que bello lo que escribes. Un abrazo.
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