Me encontraba en un bar del centro, sentado solo y deprimido, entre cafés, cervezas y cigarros. Miriam estaba sentada atrás mío, no se había dado cuenta de que estaba yo allí. Olía su perfume frutado, el mismo que usaba cuando la conocí. Quería voltear y poder mirarla, pero algo me detenía, miraba mi lasagna, la cortaba y la revolvía con el tenedor sin poder probar bocado. Jugaba con la comida y recordaba la última vez que la vi, hace ya más de 4 años, sus ojos grandes y negros llenos de lágrimas, su pequeña mano apretaba fuertemente mi mano en aquel entonces, la luz gris de la luna iluminaba su rostro y podía ver como sus lágrimas le recorrían sus mejillas. Solo le dije adiós, no quise volver a estar más con ella, aquella vez llevaba una falda corta que me llamó mucho la atención, ella lloraba con la cabeza gacha y yo trataba de verle lo que sus muslos escondían, me perdía en el vértice del interior, era su zona más oscura. Quería acariciar sus piernas, pasar mi mano y tocarlas con fuerza, recorrer su figura y delicadas curvas hasta llegar al olor de mujer. Pero no lo hice.
-Señor le retiro el plato- dijo la mesera viendo que no avanzaba con la comida.
-Si por favor, además quisiera otro café -hablé en voz baja para que no me escuchara ya que la tenía muy cerca.
Me trajo el café, el aroma se mezclaba con el humo del cigarro, pues si,es una combinación perfecta. Extrañaba poner mi nariz en su cuello, quería jugar con ella, olerla por todos lados, para luego pasarle la lengua por el mismo lado justo detrás de la oreja, ella no resistía a aquello y cuando lo hacía su piel se erizaba y los dedos del pie los doblaba, quería zafarse de esa sensación pero a la vez le gustaba, pues sí, a mí también. Al final lo hacíamos, donde ocurriese y no nos importaba nada.
Cogí una moneda de mi bolsillo y le di vuelta en la mesa.
<< Si sale “cara” me acerco a Miriam y la saludo>>
La moneda comenzó a girar tan fuerte que no era perceptible, parecía una sombra o un espectro que pronto desaparecería.
Mientras daba vueltas la moneda, recordé cuando caminábamos bajo la luz de la luna, andábamos ebrios y riéndonos de la nada. Yo con la camisa afuera y ella con los zapatos en la mano, nos tropezábamos por lo tanto que habíamos tomado, a veces tomábamos vino helado y otras veces comprábamos un paquete de seis cervezas que los completábamos con seis más.
Después de la caminata, nuestros cuerpos buscaban un lugar oscuro para abrazarnos, nos teníamos cerca, ella se sobaba para sentir mi sexo y se pegaba mucho más a mí, yo la abrazaba, e iba bajando mis manos por su espalda hasta agarrarle el culo, le pasaba algunos de mis dedos entre sus nalgas, sentía el tamaño de su ropa interior, algunas veces era diminuto y eso me alocaba más, la sujetaba fuertemente para sentirnos más pegados. Muchas veces no nos percatábamos de las personas que teníamos alrededor, nos olvidábamos del mundo, solo estábamos los dos, delante de mucha gente. Terminábamos sudando y gimiendo, exhalando y respirando fuertemente.
-servido señor-dejó un café americano humeante.
Agradecí a la chica por la rapidez en la atención, mientras yo volvía a la realidad, nuevamente me encontraba en el bar.
La moneda seguía girando en la mesa, pero con menor fuerza. Ésta ya no giraba en el centro de la mesa, se estaba acercando al borde. Luego cayó, pero no se detuvo, siguió un trayecto extraño, recorriendo todo el salón del bar, pasó por debajo de dos mesas y perdiendo su rastro, había apostado conmigo mismo pero no sabía el desenlace.
La mesera muy atenta vio lo que había sucedido, y con un gesto a la distancia me comunicó que una vez que limpiara la mesa me alcanzaba la moneda.Le sonreí.
<< Esperaré que la mesera me traiga la moneda y que la ponga en la mesa y si sale “cara” queda en pie mi apuesta y le hablo a Miriam>>
Prendí un cigarrillo, y un señor con traje blanco se acercó a un gran piano y empezó a tocar boleros.
Me comencé a impacientar, guardé las cosas que tenía en la mesa y me paré, sentía la energía de ella atrás mío, y me senté nuevamente, mi café estaba frío. La mesera aun no limpiaba la mesa.
<< La moneda debe estar mostrando el lado correcto, pero, ¿por qué debería todo jugarlo al azar? ¿A caso ya no pasó el tiempo suficiente para poder conversar de una manera habitual? O tal vez, ¿habíamos dejado un libro abierto? ¿aún Miriam y yo teníamos algo pendiente? ¿Aun existirá el amor?>>
La mesera se asomaba por una puerta secando unos vasos, le hice una seña con la mano pero no me llegó a ver.
No quería levantarme de mi sitio porque tenía miedo que me reconociera, no sabría que decirle en ese momento, prendí otro cigarro, no me atrevía a voltear, quería esperar para que la moneda decida esta vez, yo no tomaré la iniciativa, será la moneda quien me indique que decisión tomar, he sufrido mucho en todo este lapso que no hemos estado juntos, no quería una vez más malograr mi vida, tomando decisiones incorrectas, todo lo hice mal, automáticamente le endosé todas mis decisiones amorosas a la moneda.
<<Si sale “cara” le hablo, si sale “sello” continuo mi vida sin ella.>>
Se escucharon aplausos, el señor de traje blanco se paró del pequeño banco y estiró su mano llena de brillantes sujetando una copa de vino agradeciendo al público.
La mesera salió de la cocina, tenía una falda muy corta, pero yo no lo había notado por el nerviosismo, tenía muslos y pantorrillas gruesas tales como me gustan, caminaba sexy moviendo el moño que le sujetaba el cabello de lado a lado mientras miraba cada una de las mesas, los senos les saltaban, parecían querer salirse de su tremendo escote, tenía una figura maravillosa.
Luego la tenía al frente mío, su mano parecía delicada y sus uñas eran perfectas, soltó la moneda en mi mesa tapándola con la mano, me miró a los ojos y pude ver en ellos un color y un brillo que nunca olvidaré. Además me regaló una sonrisa.
-¿Le traigo la cuenta señor?-dijo mordiéndose los labios carnosos y rosados.
-Si por favor- dije, ya sin importar lo que tenía debajo de su mano.
Olía agradable, una fragancia dulce o algo parecido, y de eso tampoco me había percatado.
La moneda ya se encontraba encima de la mesa, pero no quería ver el lado en el que había salido. Levanté la mirada y veía como la mesera movía las caderas, sus muslos eran blancos y grandes que lo cubría una diminuta falda cuadriculada de color verde y marrón, a lo lejos se perdían entre las mesas del bar.
Hasta que por fin me dio curiosidad, bajé la mirada y me acerqué a ver la moneda para saber mi destino…
En el frió de la noche, estuve cerca de tres horas sentado en la calle, con una cajetilla de cigarros y una botella de ron, para esperar la salida de esa mujer que movía el moño de lado a lado.
Wow excelente escrito!
Me gustaLe gusta a 2 personas
Gracias Carl!
Me gustaLe gusta a 1 persona
It seemed that tail was good enough nevertheless 🙂
Me gustaLe gusta a 1 persona
Thanks!
Me gustaMe gusta
Hi Daniel. Thank you for visiting and following HoB. Much appreciated!
Me gustaLe gusta a 1 persona