Libro

Los columbarios, monumentos funerarios romanos, deben su nombre a las palomas, llamadas columba en latín, debido a su gran parecido con los palomares, donde descansaban las cenizas de los muertos. Este Columbario parece haber sido erigido por su autor, Daniel Ramos Ramella, con el propósito de honrar sus dos sentidos, el lugar de reposo para los muertos y el refugio para las aves. En el primer caso, algunos nichos de este palomar se tornarán la metáfora que quisieron ser, y seremos testigos de los afanes de quienes les dieron aliento vital a esos despojos, habitantes de un mundo que unas veces les es lesivo y otras mortal, contadas veces feliz.Estas microficciones ofrecerán al lector, desde su blanco nicho de papel, una mirada al hogar de esas aves comúnmente utilizadas como mensajeras; pero ya sabemos, el mensaje puede traer bienaventuranza o desdicha a su destinatario, incertidumbre de la que quedará a salvo el lector por la vía de la relumbrante experiencia estética. El costo será que, luego de su lectura, no volverá a ser el mismo.Pero, todo hay que decirlo, el arte de Ramos Ramella no se agota en esta dicotomía; la deuda con el palomar y con la tumba son solo los extremos de un arco que explora las muchas otras dimensiones en las que nos adentran sus microficciones. Hay lugar así también en este Columbario para el juego gráfico y metatextual al mismo tiempo, la sorpresa que acecha entre dos líneas, la desnuda confesión, un vuelo fallido de Clark Kent e incluso los viajes de ida y vuelta entre los libros y la vida.

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