Pude reconocerlo, en el bosque, de noche, desesperado, cansado y sobre todo muerto de hambre, no aguantó más, le salía espuma del hocico, se colocó una caperuza roja, y disfrutó cada mordisco que se dio.
Por Daniel Ramos Ramella
Pude reconocerlo, en el bosque, de noche, desesperado, cansado y sobre todo muerto de hambre, no aguantó más, le salía espuma del hocico, se colocó una caperuza roja, y disfrutó cada mordisco que se dio.